sábado, 31 de diciembre de 2011

2012

Un año más.





Un año menos.







Feliz noche.


martes, 29 de noviembre de 2011

DESPERTAR

Nunca duermo cuando me dan una mala noticia. Nunca duermo por preocupación, porque busco soluciones en todos los resquicios de mi cerebro y porque si no las encuentro se me inflaman las meninges y me empieza a doler la cabeza (y a mí, el dolor de cabeza no me deja dormir). Pero sobre todo no duermo para no tener que despertarme.

Lo malo, lo peor de las malas noticias, de las cosas que pasan y tú no quieres que pasen, es el momento en el que tras una noche de sueño, despiertas en ese limbo de inocencia en el que eres ignorante de ti mismo. Entonces, después de esos tres benditos segundos concedidos por la madre fisiología, te acuerdas. Recuerdas quién eres, donde estás y, de repente, bum. La mala noticia. Es horrible. Es como estar oyendo algo terrible un montón de primeras veces, día tras día, mañana tras mañana. Una especie de condena en diferido que no te deja escapar.

La duración del sufrimiento mañanero es proporcional a la cantidad de tristeza que te produzca el suceso o mala noticia.


Voy a necesitar mucho café.

lunes, 29 de agosto de 2011

Sólo ciertos sitios te dan la razón, aun cuando la tienes. Hasta mi habitación y aquel bar - a saber, mis sitios favoritos para perderme - me daban perspectivas distintas. No sé si te toqué.
Por no hablar del bar de enfrente. Aquel olor a ambientador, que hacía que hasta la cerveza supiera a mentiras, dio pie a las más profundas e irrelevantes situaciones jamás concebidas. Y, sin embargo, en la nebulosa de lo que fue aquello, nos tocamos. No sé si el mundo tangible pudo percibir el contacto, seguramente la gente normal ya madrugaba mientras se consumaban los hechos. Seguramente la realidad los aplastaba a ellos mientras nosotros nos salvábamos tocándonos. Qué confusas son las ganas mezcladas con ambipur.
Ahora vuelo sobre ellos. Sobre los hechos, digo. Vistos desde aquí arriba son tan pequeños que no importan. No sé si te toqué. Importa poco.
Importa que me salvé tocándote, que resucité una noche en un sótano por un arañazo en la espalda. Importan los trozos que me diste(is) para construir las alas que me dejan volar hoy sobre todos vosotros.Importa con quién vuelas, no de qué están hechas tus alas. En eso mi habitación y el bar están de acuerdo.

A vosotros, que sois tan poco importantes que discrepo, gracias por los retales.


viernes, 3 de junio de 2011

REGALOS EN LA PUERTA

Despertar con una llamada que te dice que abras la puerta y encontrar esto...


Todos estamos en la red, por eso mentimos, por eso nos anudamos.
Es bueno, de vez en cuando, cambiar los ojos y las risas por un vino y una mesa y un grito.
Todos estamos en la basura, por eso amamos, por eso sentimos.
Es bueno, siempre, dar importancia a lo que quieres y a lo que sueñas... y a ti.


...es una de las pocas cosas que me deja sin palabras.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Moñitos, escotes, asteriscos y malibú con piña.

Hace hoy exactamente nueve años fue el mejor día de mi vida. Qué cosas. Eso pensé entonces y hoy, quién lo diría, me doy la razón.

Hace hoy nueve años, 18 de mayo de 2002, eran las fiestas del sitio por donde solíamos salir. Hacía calor y yo llevaba escote y moñitos. Bebía, entonces, malibú con piña y me sentaba en el bordillo de delante del banco en el paseo del río. Salíamos tan temprano de casa que cuando empezábamos a beber todavía era de día, pero había prisa... demasiadas cosas que vivir desde las 8 hasta las 2 (toque de queda). Revivo la imagen en mi memoria y me sorprende lo estándar que es vista desde la distancia, en contraste con lo especial que me pareció aquel día todo. Quinceañeras con escote y moñitos bebiendo sentadas en el bordillo... Y chico que se me acerca, se acuclilla delante de mí en el bordillo y yo, inocente de mí, que todavía no sé que juego con el malibú, los moñitos y el escote, todo mezclado y a favor.

Sigo preguntándome qué hubiera pasado aquel día si yo hubiera jugado mis cartas, que eran, sin duda, mejores que el farol que se tiró el destino, aunque sé que conozco la respuesta. Y es que, a veces, mejor que ganar, es dejar pasar una victoria a medias. Si no mejor, al menos más elegante. Sólo hubiera sido los moñitos con escote de esa noche y no era lo que yo quería; aunque, en honor a la verdad, confieso que entonces hubiera sido más que suficiente.

Y es que el chico en cuestión que, cegado por el escote o los moñitos (o el malibú), se acuclilló delante de mí aquella noche en el río para cogerme la mano y dejarme sin respiración, era el centro de mi existencia por aquel entonces. Me pudo la presión, eso está claro. Él era un chico para idolatrar, existía para que yo escribiera su nombre en el margen inferior de la primera hoja de cada examen que hice desde segundo de ESO hasta segundo de Bachiller, para después tacharlo con un asterisco y rodearlo. Era mi chico amuleto, mi fetiche, mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy... No era un chico para besar entonces. No aquella noche.

De cualquier modo, aquella sensación de triunfo absoluto que me produjo el mero hecho de que se arrodillara a mi lado y me cogiera de la mano para darme aquellos besos castos y deliciosos en las mejillas, me produjo un sentimiento que nunca he vuelto a tener; y, lo más importante, una plenitud evocable como ninguna otra.

Después de aquello vinieron más chicos, más malibús con piña y más besos y mejores. Pero nada como que el chico asterisco de una se le arrodille delante, nada como haberle ganado una batalla pequeñita a la utopía.

Mañana tengo un examen. No dibujaré un asterisco en la primera página.


Pero me acordaré.

sábado, 23 de abril de 2011

Y SIN EMBARGO

Cuando todo daba igual, todo era más importante.

Luego llegó este tinte invasor de una madurez fingida, que le dio a nuestra mitología personal un aura de irrelevancia que la apagó, la hizo insignificante a ojos de todos, y, lo que es peor, también a los nuestros.

Ya no huele a hierba cuando me asomo en junio a la ventana. No pica en el estómago el qué va a pasar esta noche. Acomodada, eso sí, en el cálido hueco que me deja la nostalgia del recuerdo de lo que fue, de aquello que no era nada; respiro envejecida el aire conformista del consuelo, mastico una satisfacción escueta que se me hace una bola en la boca. No la trago. Reitero mi derecho al romanticismo, pero se queda todo en puro trámite. Doy las gracias, educada.

Sin embargo, ante la perspectiva excitante de encender la cerilla que quemará, por fin, mis naves; me acojono. Demasiado buen calor de estufa estable, demasiado blandas las suturas, demasiadas reticencias, demasiados prejuicios absurdos sobre qué debe ser la vida. Sólo algún destello rebelde, como éste, me recuerda las ganas de gritar. Demasiado pocas.

Volverán los veranos y las fiestas, y esperaré, estoica, a que llegue el invierno. Entonces me regocijaré en mi cobijo de amor y manta, y celebraré, calentita, no estar bajo la lluvia. Y moriré, en el fondo, de ganas de empaparme.

sábado, 2 de abril de 2011

LA (CARA OCULTA DE LA) ALEGRÍA

Necesito un libro de Manuel Rivas, un día de sol, una tarde conmigo, un videoclub vacío, volver a escribir, pecar de ingenua, perder con ganas, vomitar, escaparme sin cómplices, esconderme desnuda en un escaparate, tener miedo, un agujero, un solsticio que acabe definitivamente con este equinoccio interminable, un final razonable, Amélie, una rutina sostenible, gusanitos, que no duela... que vuelva a doler.

La yo feliz me echa de menos.



jueves, 13 de enero de 2011

LA ALEGRÍA

"(...)A partir de ahí, todo fue muy fácil, abrazarle, besarle, adivinar la intención de las manos que me recorrieron de arriba abajo para apresar mis muslos e izarme como si me hubiera vuelto ingrávida, cruzar las piernas alrededor de su cintura y dejarme llevar, dando tumbos cuesta abajo, hasta que nos chocamos con un muro que él no pudo ver, tan concentrado en mí que estaba. Hasta allí me llevó en brazos. Desde allí fuimos andando, no sé cómo, porque yo no miraba y no escuchaba, no veía nada fuera de mí, no sentía nada más allá de mi boca, porque de repente todo mi cuerpo era boca, todo mi cuerpo labios, toda mi piel, de la cabeza a los pies, las comisuras de mis labios, la punta de una lengua que era yo y lo era todo, y que no veía nada, pero lo sentía todo con esa forma extremada, radical de sentir que es propia de la boca, de los labios. No sé cómo logramos volver a casa, porque yo era sólo boca, y él sólo dientes, pero al llegar arriba, hasta las sábanas de franela que me habían enseñado que las resurreciones siempre son más felices que los nacimientos, me dejé anonadar por la perfección de aquel mundo pequeño y suficiente, la estrella líquida, recién nacida, que brillaba en cada centímetro de mi piel, de la suya, sólo labios, dientes todavía.
- No sabes cómo te eché anoche de menos (...)"


Almudena Grandes "Inés y la alegría"