jueves, 13 de enero de 2011

LA ALEGRÍA

"(...)A partir de ahí, todo fue muy fácil, abrazarle, besarle, adivinar la intención de las manos que me recorrieron de arriba abajo para apresar mis muslos e izarme como si me hubiera vuelto ingrávida, cruzar las piernas alrededor de su cintura y dejarme llevar, dando tumbos cuesta abajo, hasta que nos chocamos con un muro que él no pudo ver, tan concentrado en mí que estaba. Hasta allí me llevó en brazos. Desde allí fuimos andando, no sé cómo, porque yo no miraba y no escuchaba, no veía nada fuera de mí, no sentía nada más allá de mi boca, porque de repente todo mi cuerpo era boca, todo mi cuerpo labios, toda mi piel, de la cabeza a los pies, las comisuras de mis labios, la punta de una lengua que era yo y lo era todo, y que no veía nada, pero lo sentía todo con esa forma extremada, radical de sentir que es propia de la boca, de los labios. No sé cómo logramos volver a casa, porque yo era sólo boca, y él sólo dientes, pero al llegar arriba, hasta las sábanas de franela que me habían enseñado que las resurreciones siempre son más felices que los nacimientos, me dejé anonadar por la perfección de aquel mundo pequeño y suficiente, la estrella líquida, recién nacida, que brillaba en cada centímetro de mi piel, de la suya, sólo labios, dientes todavía.
- No sabes cómo te eché anoche de menos (...)"


Almudena Grandes "Inés y la alegría"