viernes, 31 de diciembre de 2010

DIEZ

El 2010 empezó en la cama de al lado de la cama de Gemma, porque en la mía estaba un señor que me dejó un papel de palmera de chocolate Qué! que estuvo allí hasta que en junio nos mudamos de casa y hubo que recoger. Así fue el 2010, desordenado y maravillosamente caótico.
A finales de febrero, después de un carnaval perfecto (por lo que teníamos preparado y por los acontecimientos casuales que matizaron el resto de mi año), llegó Finlandia, o llegué yo a ella, más bien. Tres meses en el norte hicieron que encontrara mi ídem y que regresara decidida a cambiarla a mi vida anterior. El desenlace sólo se hizo esperar los seis días que pasaron desde que aterricé en Barajas, hasta que una presentación de un libro detonó mi ansiado, buscado, y, aunque quede mal que lo diga yo, merecido cambio vital.
Después de mayo, una mudanza, un curso que se acabó atípicamente en julio, un cumpleaños con pendientes, Islam y cachimbas durante aquellos intrépidos seis días en Marruecos, volver al cole, madrugones, una boda épica (puede sonar ostentoso, pero es el mejor adjetivo que existe para definir aquello), triste y llorosa queda la universidad (al contrario que nosotros que disfrutamos como enanos en Salamanca), lubina con salsa de gulas y flan de chocolate, una cama de 1,35, libros de Ángel González, vacaciones, A Coruña con bombones...
Un año bueno. Muy bueno. Mucho pedir me parece que el 2011 lo iguale.
Mientras tanto hoy, como hace 10 años que no lo hacía, me quedo en casa. Llamémoslo crisis o ausencia de planes que me convenzan en relación a los medios económicos de los que dispongo. Feliz noche. Sed malos por mí.

lunes, 8 de noviembre de 2010

DOMINGOS

Si yo te hablase
de que el amor es el sentimiento
de los mentirosos,
por mentiroso
muérdeme la oreja
y cierra,
poeta de guitarra y sábanas,
esos ojos,
que enfadan a la luna
y no me dejan ver el sol.

lunes, 25 de octubre de 2010

EN SALAMANCA HAY COSAS QUE SON CARAS...




...y otras que no tienen precio


sábado, 2 de octubre de 2010

(RAZONES PARA) CRECER

Mateo llegaba todos los septiembres. Venía a llenarnos de un calor ficticio, que, por más que lo intentaba, nunca se acercaba ni remotamente al de agosto. Pero en la intimidad secreta de lo que nunca se confiesa, todos envidiábamos lo efímero de su existencia, y, por eso, era alguien a quien admirábamos sin condición.

Desde abajo (dulce ingenuidad adolescente) contemplaba asombrada lo gigante que para mí era Mateo por aquel entonces, y, osada, imaginaba cómo serían sus noches. Soñaba, a escondidas, con acariciar sus hombros bronceados, con hacer mío aquel carácter caduco que lo caracterizaba. Lo inestable es atracitvo, no es ningún secreto.

Y no era yo la única que no dormía por las noches. Todas las chicas del barrio temblaban cuando Mateo se dirigía a ellas. Por muy insignificante que fuera el motivo del acercamiento, el efecto embriagador de sus palabras era tan evidente como instantáneo.

Mateo no vivía como todos los demás. No madrugaba ni siquiera a finales de aquellos septiembres suyos, cuando todos dejábamos atrás el sueño (casi siempre inconcluso) del verano, para aterrizar de nuevo en la rutina otoñal. Mateo hacía lo que quería y sólo lo que quería. No se vendía. Era auténtico. Lo mejor, lo único que se podía desear era su vida. O sus hombros (cuestión de gustos, esto último).

Un septiembre, de repente, no apareció. Y nunca más lo volví a ver. Hasta que, la semana pasada, me lo crucé en una ciudad distinta a aquella en la que solíamos coincidir. Casi no hablamos, mantuvimos una de esas conversaciones de cortesía que cada vez pesan más, hasta que se convierten en insostenibles.


Mateo, de tanto no venderse, ha acabado por estar de saldo. De tanto no madrugar, se ha impregnado de un cierto carácter trasnochado. Sus hombros, otrora rotundos, han adquirido un aire de humillación indefinido que hace que se ruboricen al caminar de la misma manera que su presencia ruborizaba a las chicas del barrio no tantos años antes.


Qué pena lo de Mateo.


Yo, por mi parte, mañana (menos mal) madrugo.

lunes, 16 de agosto de 2010

PARA NOCHES ESPECIALES

Un homenaje, una efeméride, sol con cosquillas, una camiseta nueva, vino (benditas palabras homónimas) con versos, cerveza y ginebra, sólo una más, servilletas sorpresa (como si quedara algo por inventarse), la eterna duda razonable, sólo otra más, cruzar los dedos, quedarse, tomar las riendas esta vez, no te vas antes que yo, ¿vale repetir quedarse?... Olvidar a tiempo, cerrar los ojos, saltar, ésta sí que es la última, la certeza irracional de lo secretamente presupuesto, conversaciones, ¿vale repetir la eterna duda razonable?... Decir de todo menos lo que quieres decir (menos mal que hay ojos que saben gritar y otros que tienen oídos), penúltimas con beso, un itinerario discutible, un ascensor, una cama, cremalleras, un homenaje.

Una efeméride.






sábado, 24 de julio de 2010

VENTICUATRO EL VENTICUATRO

De pequeña, siempre quise cumplir venticuatro.

- Cuando cumpla venticuatro el venticuatro- decía yo, y sacudía aquel pelo tan largo y tan rubio que, hoy, algunos venticuatros después no es tan largo ni tan rubio- voy a tener un hijo.

Unos años más tarde, cuando empecé a comprender el complejo mecanismo de la reproducción humana y entendí que no era tan fácil eso de calcular el día que van a nacer tus hijos, propuse algo que entonces parecía más realista.

- Cuando cumpla venticuatro el venticuatro - el pelo ya no era muy largo ni muy rubio, pero yo, que era muy presumida, seguía sacudiéndolo - me voy a casar.

Después me teñí el pelo, me lo corté mucho más y mis planes se quedaron ahí, olvidados; reservados para la fecha remota de hoy. Nunca los cambié, nunca propuse algo diferente.

Supongo que era difícil adivinar que los venticuatro iban a empezar a cobrar su relevancia el ventidós y el ventitrés - caprichos del destino - en mesas contiguas, la primera y la segunda respectivamente y empezando a contar desde arriba, de la misma sidrería. Era imposible saber que el mejor regalo del mundo cuando cumples venticuatro el venticuatro es llorar y reír a la vez con unos pendientes nuevos.

A las dos personas que hicieron esto posible, gracias por las lágrimas, las risas y los pendientes; y por saber optimizar mis planes y mejorarlos tan notablemente.

martes, 20 de julio de 2010

NO ES QUE ESTÉ LEJOS...


...es que estoy en una nube



lunes, 21 de junio de 2010

NS/NC

Correr de espaldas es lo que tiene, que uno no se sorprende si tropieza.

Mientras me levanto, hace fútbol y sol. Y eso es bueno.

Digo yo.



viernes, 18 de junio de 2010

DE LA SOFISTICACIÓN Y OTROS DEMONIOS

Es curiosa (no es ese el adjetivo, pero me gusta precisamente por inexacto) esta ineptitud tan absoluta a la hora de buscar. La falta de precisión en el establecimiento de preceptos condicionantes para saber qué desear no puede ser nunca una virtud, y, sin embargo, socialmente (o en la franja social que me influye más directamente, con la que me siento identificada) está, más que aceptado, bien visto ser difuso. Como si se pudiera.
A mí, personalmente, me acojona el aplomo de la gente. Y el que finjo más aún. No entiendo el afán desmedido de complejidad que nos empuja a disfrazar la realidad de "quiero nada", cuando llevamos pintado en la frente exactamente qué queremos (que suele ser todo), cuando no somos capaces de marcharnos sin volver la cabeza para llorar lo que dejamos atrás. Lo único que nos distingue de lo que, para nosotros, es el resto de la gente es, precisamente, el creernos diferentes. Y me pregunto si eso no nos hace peores.

En el fondo es fácil, y es una cuestión de no mostrarse vulnerables. El más arcaico de los mecanismos defensivos es el que utilizamos como síntoma (sí, esta sí que es exactamente la palabra) de transgresión inofensiva, pero necesaria con el mundo. Como si el que nuestros modos de pensar fueran menos prefabricados que los de los otros, los que viven diciendo lo que esperan, nos hiciera no sufrir lo mismo (más) que ellos.
Encontrar sin buscar no es posible. Alguien que no recuerdo me lo dijo alguna vez, que esperar es también una forma de buscar. Pero nos empeñamos en no llamarlo así, en vivir en una ignomia constante, a la que le hacemos la concesión de la casualidad de vez en cuando para justificar los momentos felices, como si éstos no fueran cosa nuestra, como si no fueran con nosotros, eternos y estoicos abstemios del acto de fe.

Y luego está la estrategia contraria, el analfabetismo funcional acompañado por la verborrea absurda del qué se supone que busco, discurso caracterizado casi siempre por la necesidad de ensalzar los valores de la no-posesividad y la libertad creativa y sexual; cuando secretamente, sólo muy secretamente, en el fondo, esperamos a alguien que nos aleje de esas trampas, que nos ate a algo más convencional. Acabamos, paradójicamente, queriendo ser uno más, porque la felicidad es, al final, un sentimiento común, nunca reservado para ti y los que son como tú (que, en este caso, tienen tendencias diametralmente opuestas).


Somos gilipollas, ésa es la conclusión. Somos gilipollas, pero disfrutamos de ello y, al final, es lo que importa. Que en nuestra infelicidad, en nuestra inconformidad, somos felices y estamos conformes, pero siempre en la intimidad del uno mismo. Nunca gritaremos a los cuatro vientos que la vida nos sonríe. Eso sería dejar de ir de sofisticados por el mundo. Antes muertos.

lunes, 7 de junio de 2010

AVIONES, TERRACITAS Y UNA CANCIÓN DE QUIQUE GONZÁLEZ

Todo aquello que escribí sobre lo maravilloso que es marcharse lejos era verdad. Fue verdad en Helsinki y es verdad aquí y ahora, en mi casa, en mi pueblo. Oigo a los niños gritar en el mismo parque en el que yo gritaba no hace demasiado (que sí mucho) y es verdad. Es verdad que irse ayuda. Irse biopsia la vida, la analiza, la diagnostica, la cura.
Pero lo mejor de irse no es salvarse (que es cojonudo, no quiero, con esto, decir lo contrario). Lo mejor de irse es volver. Perdón, rectifico y corro el riesgo de sonar pretenciosa, pero lo mejor de irse es volver así.
Mentiría si dijera que no tenía un poco de miedo escondido entre las ganas cuando aterricé ("cuando en vuelo regular pisé el cielo de Madrid...") en un país que se suponía que era el mío y que yo no sentí como propio por casposo (territorial, geográfica, paisajística y culturalmente hablando). Ni rastro de esa sensación de pertenencia que embriagaba a mis compañeros de viaje. Lo admito, no me emocionó la tortilla de patata, y, aunque me sorprendía comprender a todo el mundo que me rodeaba, la cuestión lingüística tampoco me produjo ningún tipo de reencuentro interior ni conmigo misma, ni con nada que yo considere mío.
Me esforcé por sentir algo cuando llegué a Oviedo, pero la ciudad (mi ciudad) sólo me inspiró un sentimiento extraño de deuda consigo misma. Gris y trasnochada, la madrugada oventense no le hacía sombra al sol que a esas horas en Helsinki me estaba dando envidia 3000 kilómetros mediante. Ni siquiera llovía, y eso me decepcionó. Un clima neutro de los que matan a la primavera sin ceremonias me recibió a 100 metros de una casa que me pareció de todo menos mía cuando entré por la puerta.
Y no había nadie.
Pero me niego (me negué en ese mismo instante) a regresar a la indiferencia de la que me había escapado tres meses atrás. Porque no se puede estar tres meses sin abrazar a los chicos que prometen ir a abrazarte a Finlandia (aunque todo su cariño quepa en una mísera promesa) para volver a estar como si nunca me hubiera marchado.

No es un mérito mío volver así. Es de las tardes de terraza y sidra.






Y luego, están los besos, claro.






lunes, 31 de mayo de 2010

LO CUANTITATIVO DE LA DUDA

¿Cuántas ganas hacen falta?

¿Cuánto hay que querer decir "quiero verte" para marcar un número y decirlo?

¿Es medible el "quiero verte"? ¿Quiero verte mucho, quiero verte poco, quiero verte cien, quiero verte mil...?

¿Qué significa "quiero verte"? ¿tengo que saber lo que va a venir después del "quiero verte" para poder decirte que quiero verte?

¿Es unidireccional el "quiero verte"? ¿o tengo que pensar en sí tú quieres verme a mí para poder decirte que quiero verte?

¿Se puede decir sólo "quiero verte"? ¿es una insinuación si no se le añade nada más? ¿necesita el "quiero verte" un "para"?, ¿lo necesitas tú?

sábado, 29 de mayo de 2010

THE MORNING AFTER



Oliendo a lo que olemos los dos juntos




domingo, 16 de mayo de 2010

APRENDICES

Antes de los últimos besos, yo siempre solía creer que estabas al margen. Por encima, tal vez, como tú mismo en mi mente; superior a todo lo que nos pasaba a ti, a mí y a todos.
Pero la última vez que me besaste te deshiciste un poco (me gusta creer que fue en el calor de mis abrazos donde se derretió tu halo de chico malo) y enseñaste cicatrices que yo también tengo, pero que nunca pensé que tú fueras a exponer. Me contaste mi propio pasado, nuestra propia historia, con palabras nuevas, que yo no hubiera utilizado jamás, pero que crearon en mí un respaldo que no sé si alguien podrá poner en entredicho algún día. Y todo aquello que decías, aun siéndolo, no era externo ni circunstancial... era la yo misma de aquel entonces hecha palabras.
Nunca nadie sin querer me dijo cosas tan precisas sobre una época, que, de puro fácil, es equívoca para casi todos.

La última vez que me besaste, los besos fueron lo menos importante. Saber que tú sentiste lo mismo cuando aquello se acabó; que tú, en tu infinita perfección, también lo echas de menos me hace un poco mejor... o un poco peor a ti, no estoy segura. Nos iguala, en cualquier caso, en algo pequeño y elemental que, por extensión, acaba significando que me necesitas como trozo de tu vida. Exactamente en la misma medida que yo te necesito a ti.

La última vez que me besaste, hablábamos y me besabas indistintamente. Y los besos y las palabras llegaban al mismo sitio, a la vez... decían lo mismo.


Luego me firmaste las clavículas, como muestra de una concentración etílica en sangre que iba a pagar el pato (cómo no) de tanta palabra y tanto beso; y se me rompieron el resto de los huesos cuando te fuiste.



Si vuelves, te enseño yo mis ruinas.











jueves, 29 de abril de 2010

HELSINKIIN, HELSINGINSSÄ, HELSINGISTÄ

A Helsinki no le importa madrugar tanto. Se levanta con cara de indiferencia, gris hoy, azul cínico otros días. Cansada de ser ella misma, como si aquí y ayer ningún hombre hubiera besado a la mujer de su vida, despliega sus calles desde (y nunca hacia) el mar. Helsinki es un retorno, nunca una huída. No se puede huir en Helsinki, ni de Helsinki. Estás aquí, y no puedes estar en otro sitio. Cuando intentas darte una vuelta mental por tu vida anterior, Helsinki te mira de reojo con un reproche que aniquila cualquier sensación de pertenencia a ningún sitio que no sea ella misma. Es celosa, pero distante.

Se necesita tiempo para enamorarse de Helsinki, pero una vez que caes en sus redes es difícil olvidar su atractivo oscuro. El viento de Helsinki huele a Helsinki. Y ningún otro sitio del mundo huele igual. Helsinki está oculta casi siempre por una cuestión meteorológica, pero es difícil verla aun cuando se le ha borrado el último rastro de nieve. Eso ella te lo regala. Y es ése su encanto más sincero. No se puede pensar en Helsinki como en una foto. Helsinki está viva, respira. Y eso es difícil de plasmar en las camisetas descoloridas de las tiendas de souvenirs.

A Helsinki, hay que vivirla.


O, a lo mejor, sólo es que me acordé de que habías pisado este suelo.




TERVETULOA




viernes, 23 de abril de 2010

PURPURINA

A M.

La mujer extraña de ojos claros se ata el pelo con una goma con plumas y purpurina, pasada de moda, y, sin embargo, nunca en distonía con el paisaje que se adivina a través de la puerta transparente del ascensor.
Llega, saluda desganada mientras unta la mantequilla salada en el pan marrón y le da un mordisco, sin saber que para él, sentado en la última silla del final de la mesa grande, todo el atractivo del mundo se ha concentrado en ese gesto suyo. Cuando termina de comer, se levanta, enjuaga la taza y regresa con ganas al trabajo. No porque éste le resulte especialmente complaciente, ni siquiera divertido ni llevadero. No le gusta, pero la aleja.

Es inteligente la mujer extraña de ojos claros. Es inteligente y poseedora de una de esas bellezas que intimidan. Es el tipo mujer que todo hombre desea en secreto, el tipo de mujer que convierte en atractivo lo cotidiano. Pero ha perdido. Y está perdida. Y lo sabe.
Reza en secreto para que le alarguen la jornada, para no tener que volver a una vida que no ha buscado, pero que es la suya. Trata de sonreír cuando les habla de sus hijos a sus compañeras de trabajo. Se odia cuando no puede hacerlo. Se odia cuando lo hace.
No sabía que esto fuera a ser así, ella que es todo inteligencia y ojos claros, enormes; y, sin embargo, es. Y es tan difícil, tan raro, no tener motivos para sentirse así y no poder remediarlo de ninguna manera conocida.

Su cabello, castaño, es fino. Y, cuando se levanta de buscar un zapato perdido debajo de alguna cama, se da cuenta de que ya no lleva la goma. "Shit!" piensa, y vuelve a la sala de descanso a buscar algo con que recogerse el pelo.

Entonces, lo ve. Y, por primera vez, se miran.

lunes, 12 de abril de 2010

REGALOS

La búsqueda del aplauso desvirtúa el acto artístico. Yo, que no me considero artista, contemplo estupefacta cómo otros (que, obvio es, sí se lo consideran) buscan desesperados que Fulano o Mengano, mucho menos artistas aún, levanten el pulgar conmovidos ante su última creación.

“¿Qué buscas con tus canciones?” pregunta el periodista de turno al grupo cool del momento. “Llegar a la gente” contesta un tipo que luce unas gafas de sol inversamente proporcionales en modo cuantitativo al número de neuronas que quedan sin impregnársele en farlopa.

Menos mal que quedan genios anónimos, que no se han olvidado de que el arte no es más que una posesión, la última, tal vez, de esta degeneración que tenemos por género.

Menos mal que todavía hay quien regala esto:

Salí por la mañana a buscar comida
con ese sol frío de Abril, muerto de hambre
y casi saciado de ti.

Me saludó tu calle
con el rumor de los días que casi no vienen en el calendario
y conté las palabras hasta el café
donde compré unos donuts
y un poco más allá el periódico, pasando el cine Doré
y calles donde la sombra
aún recordaba el invierno.

Cuando llegué a tu portal
me di cuenta de que tus llaves y mis llaves
se me habían mezclado en el bolsillo
y se me escapó una sonrisa de las que cuesta años
o una vida entera arrancar,

con ella entré en tu habitación
mientras levantabas la cabeza medio dormida
y te estirabas bostezando, tan dulce
que se me quisieron escapar los ojos
para besarse con tus párpados

y entonces saciamos el hambre en la cama
y me hubiesen vuelto las ganas de ti
si se hubiesen ido alguna vez del todo
y no sé qué hicimos del tiempo
pero se nos hizo tarde en un abrazo.


Cuando volví a salir a la calle,
contigo esta vez,
se había hecho de noche
aunque la vida se había dejado el día enganchado
justo en el milímetro que separó nuestros cuerpos
por un instante
justo en el espacio que confunde la carne
con la memoria
justo ahí donde termina un hoy
y echa a andar un parasiempre.

G. Cabanas

domingo, 28 de marzo de 2010

PERO ÉSTA, ES OTRA HISTORIA...

Diciembre había sido distinto incluso antes de convertirse en su punto de inflexión.

Había apenas alcanzado a comprender que no era posible el exilio, cuando, ya resignada, se encontró con un oasis en los morros. Sólo era cuestión de haber abierto los ojos, pero la obstinación del desamparo cose, a veces, telarañas en los párpados. Probar la fruta prohibida se le antojó, de pronto, tan predecible; que decidió estandarizar el pecado y convertirlo en santo y seña de su nueva forma de vida.

Así es como nació esta historia fácil.

Su historia fácil estaba hecha de casualidades, pero ella entendió, sin tener que pensarlo más de un par de minutos, que este hecho no era nada excepcional, y le pareció tremendamente erróneo vivir creyendo en destinos milagrosos y en la física y la química. Se negó desde el principio a beber de las palabras, porque supo (por cierto, ya desde pequeña) que no son más que letras; que su efecto desmedido se debe sólo a las bocas, que, en realidad, sólo son dientes y lengua. Y una chica inteligente como ella, nunca se dejaría manipular por tamaños despropósitos insulsos, por muy agradables o calientes que éstos fueran.

Pero lo que ella ignoraba, es que en la vida de las chicas que se piensan más de dos veces los síes (y menos de una los noes), las historias fáciles casi siempre se complican.

Pero ésta, que es otra historia, todavía sigue siendo facilísima.

domingo, 14 de marzo de 2010

IT'S (NOT ALWAYS) EASIER TO LEAVE THAN TO BE LEFT BEHIND

Lo importante, lo importante de verdad de marcharse lejos una temporada es la inmunidad que confiere la distancia; la reconsideración real de ciertos aspectos antes preocupantes, la renovación del concepto de importancia, la ausencia de contradicción entre relativización y absoluta. Así, el grado de abstracción que se adquiere desde aquí empieza a compensar esa sensación de agujero infinito que se te queda cuando te vas. Que es que es muy difícil irse.

El día que me fui dejé atrás una historia importante y otra dolorosa. Las dejé de un modo consciente, casi natural, como si marcharme no fuera más que una circunstancia acompañante, nunca definitoria. Como si un deadline supremo (no pienso mencionar la palabra destino) se hubiera interpuesto entre esas historias y yo el uno de marzo, sin prórrogas ni absentismos posibles.

Aquí, sin grandes ceremonias, olvido todas las vidas mejores que la mía, y las peores también. Y llego a un estado de asepsia emocional tan grande, que ya no me hacen efecto las canciones. Me río muchísimo más que antes, quizá con esa risa sincera de a quien no le preocupa nada, que es, también, una risa vacía, carente del componente reconfortante (esencia misma del acto irrisorio) de la risa intercatastrófica.

Pero no me siento hueca, sino todo lo contrario. Es curioso. Estoy en una parte de mí que me gusta, que es distinta, que se ha hartado de tanto misticismo. Pienso muchísimo menos, y no me parece tan grave (esto último no es sólo por la distancia, pero esa es otra historia). Leo muchísimo, sin ver más allá de las letras y las palabras, y me encanta. Adoro lo estético por lo estético y no me dedico a revolver en las profundidades de nada ni de nadie (siempre suele haber mierda en los sótanos). Sé quien soy (o por lo menos quién soy ahora mismo) y que lo que espero de estos tres meses es nada, pero que es más que suficiente dadas las circunstancias.

Sin embargo, y aunque todo es menos peor, no llega a ser mejor del todo. No se puede ser feliz, debí haberlo supuesto, por antítesis a la tristeza.

Pero es un comienzo.

martes, 9 de marzo de 2010

LO QUE QUIERO DECIR, PERO BIEN DICHO

"Cuando las líneas se convierten en demiurgo de sí mismas, cuando asisto, como una maravillosa inconsciencia, al nacimiento sobre el papel de frases que escapan a mi voluntad e, inscribiéndose ajenas a ella en el papel, me enseñan lo que no sabía ni creía querer, gozo de este alumbramiento sin dolor, de esta evidencia no concertada, de seguir sin esfuerzo ni certeza, con la felicidad del asombro sincero, una pluma que me guía y me arrastra.
Entonces, accedo, en plena evidencia y textura de mí misma, a un olvido de mi propio ser rayano en el éxtasis, saboreo la feliz quietud de una conciencia espectadora."

Muriel Barbery "La elegancia del erizo"

jueves, 4 de marzo de 2010

METÁFORA DA METÁFORA

A amante nunca ten dentes postizos
graus no nariz
pelos nas coxas
gorduras nos cadrís.
Á amante nunca lle inchan os ollos ao dormir.
O poeta ama a perfección
non te ama a ti.
Es idealización
mito
metáfora da metáfora.

De non seres perfecta, ¿como te amarían?

María Xosé Queizán

sábado, 27 de febrero de 2010

...QUE LA DISTANCIA ES EL OLVIDO...

Vana memoria que no puede traerte desde lejos,
que no te vuelve carne, risa gentil o canto.
Vana memoria mía incapaz de abrazar lo más mío,
incapaz de acariciar tu piel distante,
vana y obsesiva memoria que sólo alcanza a repetirme por quién vivo,
que respiro por este amor invulnerable y sin rutinas.
También ausente eres mi presencia más cálida,
mi más pura nostalgia.


Dario Jaramillo Agudelo

martes, 23 de febrero de 2010

PARADOJAS CRUELES Y OTROS DESHAUCIOS PARA ANTI-DÍAS COMO HOY

Perder algo y que haga sol.

Que i(nte)rrumpa el camarero cuando por fin encuentras la manera de decir lo que no sabes cómo.

Preguntar sin querer saber la respuesta.

Decir vete cuando piensas no te vayas.

Marcharte lejos cuando te mueres por quedarte cerca.

Morirse un poco para intentar seguir viviendo.




La vida no guiña nunca el ojo, lo que pasa es que está tuerta.

Y nosotros, muertos.

domingo, 21 de febrero de 2010

YOU INSPIRED ME ALL

Por las risas impagables, las ganas, los antídotos, las noches como esta, la rabia arrepentida, los besos, la forma de tocar a quien se te escapa entre los dedos, las despedidas dulces, las lágrimas de alivio.

Por el regalo de las presencias necesarias.

Porque quien no está, siempre es prescindible.

Por los que estuvisteis desde el principio.

Y sobre todo, por los que supisteis estar hasta el final.


(Sin olvidar nunca a los intermedios deliciosamente inesperados, aunque certeramente predecidos, tal vez buscados de algún modo)


Hoy soy mejor que ayer.

jueves, 11 de febrero de 2010

5-HT3

En un año, todo puede ser lo contrario a lo que era.

Y luego están esas cosas que no cambian. Los círculos de los que no podemos escaparnos aunque queramos. Lo que somos de verdad.

Hace un año no sabía que no existe el exilio. Que no se huye ni hacia atrás ni hacia adelante. Que sólo se puede hacia dentro.

Hace un año todavía hacía tortillas Maruja, sabiendo como sabía que hoy ya no las haría. Y eso es lo real. Seguir cuando no se sabe para qué. Poder cuando no se puede.

Yo seguí. Sólo por eso estoy aquí. Sólo por haber seguido cuando no sabía para qué puedo escribir algo que se titule así.

Empezamos.

sábado, 6 de febrero de 2010

MIRAR CONTIGO

Para que sólo se lea lo que no está escrito.

Porque las cosas importantes no se escriben, ni se leen, ni se descubren, ni se esconden, ni son secretos, ni verdades.
Por eso no importa lo que escribas, lo que leas, lo que descubras, lo que escondas, lo que no cuentes, tus mentiras.

Las cosas importantes sólo están ahí, son sólo nuestras. Sólo hay que saber verlas.

Lo último que necesitaba eran más versos.

Lo que más, borrar los restos de palabrería del edredón.


Gracias por soplar.

domingo, 24 de enero de 2010

MI MEJOR MANERA

No me gustan las dependencias, ni las trampas, ni las impunidades morales. Odio los discursos exculpantes, los refugios falácicos, la filosofía barata de sábado por la noche. Me repatean los tontos, y mucho más los listos que se creen con algún tipo de derecho extra en base a su supremacía de ciencia ficción.

Adoro esa sinceridad tan poco atractiva a veces, pero tan entrañable y justa, de después de un mal polvo; la abolición de expectativas a golpe de carcajada. Me encantan las sábanas que son sólo sábanas, las camas que no son tumbas, la imperfección del sexo porque sí; los besos en la mejilla cuando no hacen falta en la boca, leer el parentésis del te quiero (follar); fingir los orgasmos sólo con quien los merece, usar el placer como excusa para dejar cicatrices, gritar cuando no hay nada mejor que oír.

No me importa quién no está en mi vida, las fechas rodeadas en los calendarios, los actos sociales de abolengo de postín. Me traen sin cuidado los fallos ajenos, incluso ignoro los míos por costumbre. Dudo del privilegio de ser de algún sitio, de hacer lo que haces, de ser Fulanito de Tal. A quien se queda sólo en palabras, sin acritud, pero sin medias tintas, lo desprecio; igual que a todos los que me hicieron daño gratuitamente y a mí misma, por haber hecho lo mismo, si lo hice alguna vez. Encuentro casi tan inútil perdonar como pedir perdón, por eso no perdono y sólo olvido, y cuando me disculpo, es por educación.

Lo que menos me gusta del mundo son los vendemotos.

Lo que más, pisar este suelo de mierda, mediocre, estéril, gastado, concluso, tan poco atrevido, tan falto de todo… pero mío.

Tú, darling, me das igual.

sábado, 23 de enero de 2010

PEQUEÑOS GRANDES PLACERES

Baillando. Asina empecipió Pablo Moro la so nueche, abrazáu a la guitarra al son de la banda sonora d’ ”El último vals”, garrándola como si fuere una novia primeriza, como si tuviere prometiendo-y – prometiéndonos - dalgo qu’entovía naide nun sabía lo que yera exautamente.


[...]y, cuando paecía que “Vodka y caramelos” iba ser la arrancaera, torna l’uvieín a camudanos los planes, y remata cola preba definitiva del so perfeutu entendimientu col respetable. Cantamos coles lluces prendíes toos xuntos, como un coriquín de guah.es na fiesta fin de cursu, “Quédate”.


Y queda una con ganes d’eso mesmu. De quedase.

sábado, 9 de enero de 2010

DEMONIOS

La nieve aquí no es circunstancial. Aquí nacemos con la nive, con el asueto de la nevada del año adosado a algún núcleo vestibular importante. Y es una unión indisoluble, característica, nuestra.

Estos días, que son una concesión magnánime de algún dios pagano al que rendimos culto por una mera cuestión territorial, son distintos al resto. La vida es de otro color. Deslumbra. Subraya las estupideces en blanco nuclear y nos envuelve en un halo que tiene algo de redentorio. Expiamos los pecados al sacudirnos las botas contra la pared antes de entrar en casa. Es un ritual, un hábito, una necesidad espiritual sin la que no concebimos la rutina anual.

Los días de nieve son muchísimo más largos, pero eso es algo implícito, nadie se extraña de que sea así. Comemos más. Pensamos más. Y yo, y esto ya es algo personal, me río muchísimo más. Resbalo.

Hoy, que es uno de esos días, me perdono. Me hago cargo de que mis problemas son siempre fruto de un aferramiento excesivo, que tiene su origen, probablemente, en el miedo desmedido que siempre he tenido a patinar en el hielo y caerme de culo. Lo comprendo, no sin cierto orgullo. Crezco. Asumo que todo resbala, que hay que dejarlo resbalar, que hay que dejarse resbalar. Lo afirmo.

Y, segura, conclusa, resuelta, decidida a dejar patente mi convencimiento; como muestra de la consecuencia más absoluta, me subo al trineo verde, y me dejo caer pendiente abajo. Sin hacer nada más que resbalar. Sólo resbalando.

Y, cuando llego abajo, soy más feliz.