domingo, 14 de marzo de 2010

IT'S (NOT ALWAYS) EASIER TO LEAVE THAN TO BE LEFT BEHIND

Lo importante, lo importante de verdad de marcharse lejos una temporada es la inmunidad que confiere la distancia; la reconsideración real de ciertos aspectos antes preocupantes, la renovación del concepto de importancia, la ausencia de contradicción entre relativización y absoluta. Así, el grado de abstracción que se adquiere desde aquí empieza a compensar esa sensación de agujero infinito que se te queda cuando te vas. Que es que es muy difícil irse.

El día que me fui dejé atrás una historia importante y otra dolorosa. Las dejé de un modo consciente, casi natural, como si marcharme no fuera más que una circunstancia acompañante, nunca definitoria. Como si un deadline supremo (no pienso mencionar la palabra destino) se hubiera interpuesto entre esas historias y yo el uno de marzo, sin prórrogas ni absentismos posibles.

Aquí, sin grandes ceremonias, olvido todas las vidas mejores que la mía, y las peores también. Y llego a un estado de asepsia emocional tan grande, que ya no me hacen efecto las canciones. Me río muchísimo más que antes, quizá con esa risa sincera de a quien no le preocupa nada, que es, también, una risa vacía, carente del componente reconfortante (esencia misma del acto irrisorio) de la risa intercatastrófica.

Pero no me siento hueca, sino todo lo contrario. Es curioso. Estoy en una parte de mí que me gusta, que es distinta, que se ha hartado de tanto misticismo. Pienso muchísimo menos, y no me parece tan grave (esto último no es sólo por la distancia, pero esa es otra historia). Leo muchísimo, sin ver más allá de las letras y las palabras, y me encanta. Adoro lo estético por lo estético y no me dedico a revolver en las profundidades de nada ni de nadie (siempre suele haber mierda en los sótanos). Sé quien soy (o por lo menos quién soy ahora mismo) y que lo que espero de estos tres meses es nada, pero que es más que suficiente dadas las circunstancias.

Sin embargo, y aunque todo es menos peor, no llega a ser mejor del todo. No se puede ser feliz, debí haberlo supuesto, por antítesis a la tristeza.

Pero es un comienzo.

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