viernes, 13 de julio de 2012

DESPEDIDAS AGRIDULCES

Mañana a estas horas ya no estaré aquí. Y no sólo no estaré aquí, sino que no volveré a estarlo. Da igual, no me da pena. No me da pena este cuarto que no he sentido nunca como algo mío, ni el trabajo, ni la comida, ni no volver a ver jamás a los camareros, a la cocinera, al de mantenimiento y las chicas de la limpieza. Por supuesto, no siento la más mínima melancolía por perder de vista a la jefa. Tal vez este discurso sea poco ortodoxo. No les he dicho a ninguno de los anteriores que los voy a echar de menos, porque es mentira. No los voy a echar de menos. Quizá me acuerde anecdótica o puntualmente de ellos por algo, en alguna circunstancia concreta. Pero no los extrañaré, estoy segura. Puede que hacia alguno de ellos haya en mí un resquicio pequeñito de aprecio, que se hubiera convertido en algo parecido al cariño con el paso de unos años que no voy a pasar aquí, porque mañana, a estas horas, ya no estaré aquí, y no volveré a estarlo.
Estoy nominada. Mañana abandono la casa. Dejaré de vivir aquí, de despertar aquí, levantarme aquí, ducharme aquí, desayunar aquí, trabajar aquí, comer aquí, tomar café aquí, seguir trabajando aquí, reírme aquí, llorar aquí, charlar aquí, jugar aquí, pasear aquí, cenar aquí y dormirme de nuevo aquí. Mañana empieza, otra vez, la vida normal. Y yo, que no voy a echar de menos a los camareros, ni a la cocinera, ni al de mantenimiento, ni a las chicas de la limpieza, ni a la jefa, ya no seré nunca la misma que era antes de esto. Antes de este modo de vida nuevo que me costó tanto entender, pero que ahora es el mío. No sé si sabré vivir como lo hacía antes.
Me llevo, eso sí, unos euros y tres personas que no sé si alguna vez llegarán a ser mis amigos, pero que sé que lo hubieran sido, no ya si yo me quedase aquí, sino en cualquier parte del mundo. Ellos nunca leerán esto, ni siquiera saben que existe una parte de mí que tiene la necesidad de escribirlo todo. Ni falta que les hace. Conocen de mí lo menos importante, y aun así, han conseguido hacerme sentir especial. Gracias a ellos soy un poquito mejor de lo que era, me conozco un poco más de lo que me conocía. Gracias de verdad por enseñarme la lección más valiosa de todas; por tasar, de una vez, a un precio justo las sonrisas.