jueves, 29 de abril de 2010

HELSINKIIN, HELSINGINSSÄ, HELSINGISTÄ

A Helsinki no le importa madrugar tanto. Se levanta con cara de indiferencia, gris hoy, azul cínico otros días. Cansada de ser ella misma, como si aquí y ayer ningún hombre hubiera besado a la mujer de su vida, despliega sus calles desde (y nunca hacia) el mar. Helsinki es un retorno, nunca una huída. No se puede huir en Helsinki, ni de Helsinki. Estás aquí, y no puedes estar en otro sitio. Cuando intentas darte una vuelta mental por tu vida anterior, Helsinki te mira de reojo con un reproche que aniquila cualquier sensación de pertenencia a ningún sitio que no sea ella misma. Es celosa, pero distante.

Se necesita tiempo para enamorarse de Helsinki, pero una vez que caes en sus redes es difícil olvidar su atractivo oscuro. El viento de Helsinki huele a Helsinki. Y ningún otro sitio del mundo huele igual. Helsinki está oculta casi siempre por una cuestión meteorológica, pero es difícil verla aun cuando se le ha borrado el último rastro de nieve. Eso ella te lo regala. Y es ése su encanto más sincero. No se puede pensar en Helsinki como en una foto. Helsinki está viva, respira. Y eso es difícil de plasmar en las camisetas descoloridas de las tiendas de souvenirs.

A Helsinki, hay que vivirla.


O, a lo mejor, sólo es que me acordé de que habías pisado este suelo.




TERVETULOA




No hay comentarios:

Publicar un comentario