miércoles, 2 de septiembre de 2009

TENGO UNA MUSA, UN MUSA, UN ¿MUSO?


La musa, el musa, el muso se caracteriza, no sé si les pasa a todos los individuos de su especie, por lo efímero de sus apariciones (“fue tan corto que dura todavía”), por esa profundidad suya tan estrictamente léxica (“quien fuera el batiscafo de tu abismo”). La musa, el musa, el muso lo quiere todo (“todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo, porque en el fondo es todo”) pero, en realidad, no quiere nada (“yo sólo quiero ser para ti un error, un agujero”); es incondicional (“si alguna vez la vida te maltrata, acuérdate de mí, que no puede cansarse de esperar aquel que no se cansa de mirarte”), y, sobre todo, es la musa, el musa, el muso mismo, acepta su propio yo, aun a pesar de su ambigüedad existencial (“queriéndote tal como te quiero, haciendo lo que puedo, ya lo sabes”). Tiene ansias homicidas para conmigo (“quise matarte, aun sabiendo que así me moriría yo sólo”), pero no puede vivir sin mis ganas para consigo (“y que el odio es tan sólo el deseo de verte”). Es difícil para mí sintetizar el recuerdo de la musa, el musa, el muso (“y de todas las cosas que te traiga el beso irrepetible de sus labios…”), escoger las palabras para reflejar su grandiosidad infinita (“…guarda las cinco letras de su nombre, sabiendo que no hallarás el diccionario capaz de describirte lo que fuisteis”).

La musa, el musa, el muso es todas mis frases favoritas a la vez, tiene la capacidad insólita de mezclar mis momentos a su antojo. Así, de pronto, me encuentro entre los brazos de la musa, el musa, el muso, con el vestido azul que me regalaron cuando cumplí seis años puesto. Llevo mis francesitas blancas y mi collar de bolas verdes, que la musa, el musa, el muso me arranca al acariciarme por encima del sujetador. Su omnipotencia no es correlativa, sino simultánea, por eso es imposible describir nuestros encuentros. Por eso no sé si lo he soñado, y me sorprende encontrármelo vivo cada jueves, dispuesto, otra vez, a reencarnarme en mí misma.

La musa, el musa, el muso no sabe que es mi musa, mi muso. No sabe que es mi lingüística emocional, que gracias a él escribo lo importante entre paréntesis y sólo entrecomillo las frases que valen la pena.

1 comentario:

  1. Buenisimo, la musa, el musa, el muso... aterrice en tu texto buscando si existia el termino "muso", y me encuentro con esta expresion de algo que parece imposible de expresar, porque ante la musa, el musa, el muso, las palabras se quedan cortas; sin embargo la dinamica de tu texto, las ofrece de tal forma que no permite pensarlas mucho, solo vivirlas con la energia de la primera impresion y de sensacion misma de lo inagarrable que es lo que ese ser genera
    te felicito

    ResponderEliminar