El tiempo, a veces, no pasa. El tiempo, a veces, se pudre.
Me siento en la ventana con un libro, esperando a que el verano termine de pudrirse. A que este trozo pequeñito de vida que me angustia se pudra con él. A que nos pudramos nosotros y queden otros nosotros nuevos, sanos. A que se pudran las vidas felices de todos los que pasean debajo de la ventana en la que me siento con un libro esperando a que el verano termine de pudrirse, sin intuir siquiera que su tiempo se pudre tanto como el mío. A que se pudran los que piensan demasiado, verdugos de la felicidad propia y ajena. A que se pudran los que no piensan en absoluto, podridos conformistas que concluyen satisfechos que no hay nada que cambiar. A que se pudra todo y todos hasta que no quede nada susceptible de pudrirse.
Sólo cuando sólo pasa, el tiempo deja de pudrirse y cura.
Paciencia.
Escribe Ignacio Del Valle que "saber esperar también es una forma de perseguir". El problema es que yo no estoy haciéndole mucho caso...
ResponderEliminar