viernes, 1 de enero de 2010

GE PUNTO (Y NO VICEVERSA)

Realmente, cada vez estoy más convencida de que uno se enreda en lo que quiere enredarse, cuando necesita enredarse y por lo que sea que necesite enredarse. Enredarse en algo/ en alguien/ con alguien es como el que se compra un piso. Llega un momento en que se lo pide el cuerpo, la situación o su madre que le da la charla; y poco importa si se lo puede permitir o no. Las necesidades, aunque sean circunstanciales, no se controlan; mucho menos la serotonina.

El caso. Que Chica conoce a Chico y a Chica le tiemblan las piernas como nunca le habían temblado es sus... digamos más de tres y menos de treinta y tres años. Un poco tarde, en cualquier caso,para un enredo de mariposas revoloteantes por el estómago (las alas casi siempre son un problema, porque al rozar hacen cosquillas, molestan... qué sé yo). Bien, tenemos nudo, tenemos historia.

Tan cierto es que Chico no es muy accesible por circunstancias sentimentales propias, como que dichas circunstancias son variables, y no menos verídico que la presencia de Chica potencia su variabilidad. Resumiendo, que hay tocamientos, hay acariciaciones (no confundir con caricias) y otros jijís jajás varios.

Chica interpreta dicha situación, para otros (como yo) tan de euforia, como un castigo divino y, anteponiendo el hecho de que desayunar en la cama a veces supone que las sábanas se llenen de manchas que luego no salen bien, presupone: uno, que la situación es inamovible, inmodificable y adversa de todas todas; dos, que no tiene edad para semejante tontería; y tres, que ahora mismo no se puede permitir otra historia sin final feliz. Concluido esto, invalida sus nada férreas convicciones y urga en su propia herida (para mí imaginaria, en todo caso autoinferida), se flagela públicamente y sucumbe a la tentación de saber de Chico, preguntar por él y andar por el mundo con esa sed de información vanal que se tiene cuando... cuando se tiene.

Si antes dije que teníamos historia, en realidad debí haber dicho que no la teníamos. Lo siento. A veces yo también miento. No tenemos historia porque Chica considera oportuno esquivarla. Evadir la vida propia para no estropearla... ¿será verdad que es generacional? Qué cosas.

Si yo fuera o fuese Chica, teniendo más de tres y menos de treinta y tres años, aprovecharía las mariposas para caminar por la calle riéndome sola (¿por qué desaprovechar las alas?), intentaría favorecer la variabilidad sentimental mencionada en párrafos suprayacentes o, simplemente, me acurrucaría en la dulzura infinita de ser la otra, la emoción pequeña del qué va a pasar esta noche. Si se me doblaran o doblasen las rodillas, lo utilizaría para coger impulso, para saltar, subir, ser yo, vivir la vida que es mía.

Yo me enredaría. Yo me enredo. Me enredo aunque tampoco me lo puedo permitir, aunque sepa que voy a perder. Y no escarmiento, porque no tiene sentido. Porque enredarse es como el que se compra un piso, que llega un momento en que se lo pide el cuerpo, la situación o su madre que le da la charla.
Poco o nada importa lo que hayas aprendido antes, porque, si tu mente funciona lo suficientemente bien como para recordarlo, tus ganas de vivir tu vida que es tuya hacen, siempre, que se te olvide.

Qué maravilla.

1 comentario: